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El militante no era un consumidor ni un tele-votante, no estaba
amaestrado en el lenguaje binario y no se imaginaba la revolución como un
flash en el escaparate de una red social o como una ráfaga de tweet o de
sms.
Despejemos de inmediato el terreno de equívocos: no estoy aquí para
añorar la adolescencia ni para loar lo verde que era mi valle. Es posible
comunicar también con los nuevos lenguajes del Gran Hermano y hacerlo
de manera provechosa, cambiando el enfoque deletéreo que se nos ha
impuesto.
Para lograr este resultado, con el Centro Studi Polaris hemos
proporcionado desde hace tiempo no pocas soluciones para apropiarse del
instrumento en vez de resultar hipnotizados o eliminados por él.
La constatación del actual –y, esperamos, momentáneo– deslizamiento
existencial y mental en el reino de lo epidérmico, de lo superficial, de la
moda pasajera, del eritema, del exhibicionismo es, en todo caso, necesaria
como premisa si se quiere hacer algo distinto que no sea expresarse por
erupciones cutáneas y se pretenda, al menos, intentar incidir en el propio
destino.
Si no se adquiere conciencia de esto y, aunque sea acunando una ilusión
antagonista, y, por el contrario, se permanece en el modo de ser, de vivir y
de pensar pruriginoso del momento, no se puede concluir absolutamente
nada porque, como detallaremos más adelante, la que hoy domina por todas
partes, no solo en la esfera sexual, es la cultura trans-gender.
Domina el individualismo extemporáneo: la pretensión de todo átomo
provisto de un nombre y un apellido (a veces de un simple nickname) y de
cualquier confusa función biológica, de convertirse en cualquier cosa,
también, y sobre todo, en lo que no es. Quien jamás ha actuado se arroga el
derecho de juzgar a quien actúa, de escupir sentencias en función de
convicciones que cree suyas pero que simplemente ha transformado y, por
último, de realizar cualquier elección dictada por caprichos, deseos, ansias
de duración imprecisa, rápidamente presto a abrazar lo contrario de lo que
había exaltado hasta hacía un momento y con un tono igualmente
descompuesto.

El individuo, reducido a la capacidad de memoria y al alcance mental de
una mosca, irascible, insatisfecho, inquieto, busca un camino de salida
comportándose como un mutante en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Y, por tanto, es continuamente un trans-gender.
La «teoría de género» que niega de hecho la identidad sexual, último
retazo de identidad en un mundo en el que ya se han negado las biológicas,
las históricas, las culturales y las comunitarias, sostiene que no se es ni
varón ni mujer, ni de tendencia homosexual o se es transexual, sino que
cada día uno puedeelegir transformarse en algo sexualmente nuevo:
identidades pasajeras de consumo.
Bien mirado, también en las expresiones políticas nos encontramos de
lleno en el mismo esquema: se puede ser de manera intermitente sexistas y
anti-sexistas, racistas y buenistas, partidarios del orden establecido o
libertarios, fascistas o asiduos de los soviets antifascistas,
antiparlamentarios y cómplices, legalistas y delincuentes, antisemitas y
sionistas, religiosos y ateos, arribistas o moralistas. Lo exige la cultura del
momento, la pide la hipnosis cotidiana, lo impone el lenguaje de hoy. Todo
es posible sin que se exija ninguna verificación ni que se profundice o se
realice un firme arraigo en el propio pasado. Esto queda relegado, si acaso,
a la estética que a menudo hoy, en contra-tendencia impresionante con
nuestra propia historia, es también de una fealdad desconsoladora. También
en este campo, o bien en la identificación encomendada a los símbolos
impresos en las camisetas o a los logoi en los blog, prevalecen sobre el
conjunto comunitario la fragmentación, el tribalismo y la atomización,
porque hablamos también continuamente de un ambiente implosivo como
el resto del mundo.

Un ambiente de fascio-consumidores, de fascio-quejosos, de fascio-
presuntuosos y de fascio-bar, con algunos conceptos clavados en las

molleras ni que se haya pensado en sopesarlos o radiografiarlos.
Un pequeño mundo de individuos amaestrados en los tiempos y modos
del Gran Hermano, a la búsqueda espasmódica del éxito inmediato,
ruidoso, efímero, cimentado sobre arenas movedizas y que debe sonreír al
ir velozmente al encuentro de las llamadas leyes del mercado: o bien a las
presuntas exigencias de las masas. Así cada uno deambula,famélico, sin
hacer esfuerzos, sin ofrecer perspectivas a medio y largo plazo, sin ningún
trabajo sobre sí mismo o sobre el propio pensamiento.
¿Propio? ¿Pensamiento?
¡Pero venga!

* * *

Si desde los años veinte a los años setenta, de los ambientes de las
revoluciones nacionales emergieron las vanguardias políticas, culturales,

artísticas e incluso intelectuales, no sólo de Occidente, sino de medio
mundo, no fue, ciertamente, por casualidad. Obviamente, esos ambientes
no detentaban la exclusiva de las vanguardias porque existieron otros
ideales y otras orientaciones diferentes, pero indudablemente la nuestras
fueron de un alto nivel, de un gran valor, de fuerte capacidad innovadora e
incluso en sus análisis se anticiparon mucho a su tiempo y lo hicieron más
que cualquier otro.
Por el contrario, desde hace casi cuatro decenios los residuos de aquel
mundo recurren a las muletas proporcionadas por las generaciones
precedentes sin lograr casi nunca innovar y actualizar el pensamiento al
cual extirpan con frecuencia el elemento más vital para sustituirlo por los
legados mortíferos de otras tradiciones políticas, de cuño reaccionario,
famosas por su capacidad incapacitante. Y esto sucede porque actuando así
no hay que esforzarse: agarrándose a estereotipos de inercia se transita
desde la cuna a la tumba sin haber sido artífices de nada ni haber
presentado ninguna alternativa.
Se refunfuña, se riñe, se refugia en dogmas, se ulula acremente, de forma
avinagrada, porque se está insatisfecho de sí y de la vida, pero casi nunca
se entra en el juego.
Si las generaciones precedentes se habían comportado de una manera
completamente diferente y habían ofrecido tantas iluminaciones, tantas
chispas, tantas orientaciones positivas y vitales, también fue por un motivo.
Más bien, por más de uno.
Alguno de ellos depende de las condiciones objetivas: una sociedad todavía
no atomizada, una vitalidad cotidiana plena, un condicionamiento
existencial bastante menor y la fisicidad de las relaciones y los conflictos.
En otras palabras, todavía no se había entrado en la dimensión de los
zombis, de los vampiros, y de los campos de concentración sin vallas con
los que hemos de contar hoy.
Es muy poco lo que se pude hacer para colmar esta laguna objetiva, pero
ya la toma de conciencia de nuestra distancia de la vida real sería un
óptimo punto de partida para volver a pensar y para dejar de ser pensados.
Una vez realizado, con un gran esfuerzo de voluntad, este arduo pasaje,
debemos entender por qué aquellas generaciones eran a un tiempo geniales
y activas e intentar corregir todo lo que nos falta para volver a vincularnos
a esa tradición.
La educación, la instrucción, la cultura y el mismo sentido común
imponían en aquellos tiempos verificar, sopesar y profundizar lo que se
proponía. Un pensamiento político no puede agotarse en el intento de
imponer un postulado: es válido sólo si está acompañado por una seria
verificación que se obtiene confrontando datos y elementos útiles, sobre
todo para poner al día su formulación. No es, por tanto, un selfie: no debe

ser válido para hoy y, como mucho, para mañana, sino moverse en el
espacio, hacia atrás y hacia adelante.
Sólo en este caso se puede hablar de pensamiento político.
Por último, o mejor en principio, éste no sólo debe ser dirigido a los
contemporáneos sino a los descendientes y debe corresponder a la historia,
al gen, a los principios, al ethos de los antepasados y respetar las líneas
maestras y las elecciones.
De otro modo no está arraigado y mucho menos es identitario.
Por lo demás, será una absoluta nada sin no está animado de potencia y si
no deviene praxis.
Hay que añadir que todos los hombres que marcaban las líneas en
tiempos estaban orgánicamente integrados en un movimiento o en un
partido-movimiento, implicados en todos sus aspectos militantes, desde los
enfrentamientos callejeros hasta el martirio delante del pelotón de
ejecución. No se podían definir, como se suele hacer hoy, ideólogos, un
término horrible e inconciliable con el retrato ideal de un pensamiento que
es acción; razón por la cual tampoco es correcto venderlos como
intelectuales.
Los disertadores teóricos, que elaboran sus productos en una escribanía o
sobre un sofá pero, ciertamente, no en la lucha, charlatanes detentadores de
soluciones definitivas, milagrosas y apocalípticas, aprendidas como
papagayos en lecturas sensacionalistas o en estudios académicos han ido
apareciendo desde no hace mucho y proporcionan uno de los más evidentes
signos de la nada que avanza implacablepara enmascarar el vacío y la
desorientación.
Quizás he sido excesivamente sintético en el tratamiento del tema, pero
creo que podáis daros cuenta del por qué y del cómo se haya pasado de casi
siete decenios de vanguardia a alrededor de cuatro de corral.
Si queremos cambiar de registro –y pienso que al menos una minoría
cualificada quiere hacerlo– entonces debemos forjar la espada rota y volver
a empezar desde lo que las generaciones precedentes habían anticipado y
que, hoy, se encuentra todavía algunos pasos por delante de la actualidad.
Si anteriormente se encontraba abundantemente en los análisis, lo que
hoy objetivamente se ha comprobado y compartido, debía serlo
obligatoriamente también en la síntesis y el la propuesta desde las cuales
debíamos partir.
La síntesis y la propuesta se llamaban precisamente Europa Nación.

 

Europa como necesidad


Ya en los años veinte se comenzó a razonar en dimensión europea.
La Gran Guerra y la Revolución bolchevique habían hecho comprender
que la Vieja Europa, centro del mundo, estaba amenazada por la
decadencia, la marginación e, incluso, por la extinción. Lo era por las
revoluciones comunistas, por la finanza cosmopolita y por la Sociedad de
Naciones.
Hasta la crisis que originaría la Segunda Guerra Mundial, la recuperación
de la centralidad europea había sido imaginada como consecuencia de la
recuperación de la propia potencia nacional por parte tanto de Italia, como
de Francia, como de Alemania. Pero poco a poco penetró una lógica
universal que si, por un lado, era favorable a la descolonización o, en todo
caso, a las emancipaciones nacionales del Tercer Mundo, por otro, se
percataba de la necesidad de que Europa se convirtiese en un bloque
compacto de poder en defensa de su civilización y su papel en el mundo, en
el que América y Asia se aprestaban a irrumpir como señores.
Hoy se habla sólo de un aspecto del europeísmo, el federal de los
antifascistas de Ventotene que rima con el universalismo masónico parisino
y centroeuropeo, pero la idea de Europa pertenecía sobre todo a las
potencias del Eje y a sus vanguardias políticas.
En Alemania, por ejemplo, la resistencia a esta nueva sugestión que cada
día se abría camino entre los jóvenes, estaba representada por el ejército, la
Wehrmacht, mientras que la idea de un ejército voluntario europeo
maduraba en la formaciones juveniles, propugnada precisamente por la
Hitlerjugend, siendo rápidamente recogida por el arma nacionalsocialista
por excelencia, la Kriegsmarine, que abrió el enrolamiento a los ano
alemanes. De ahí se siguió a la institución de las Waffen SS europeas que,
por inciso, fueron los últimos defensores de Berlín.
Esta idea había calado tanto en un partido que había nacido chovinista y
pangermanista que el Canciller Adolf Hitler, al delinear el orden posbélico,
había decidido rebautizaría la capital alemana con el nombre, precisamente,
de Europa.
En Italia, la RSI expresó su vocación europeísta, quizás algo menos
destacada que en Alemania o en otros lugares a causa de que nuestro
espacio vital estaba parcialmente en África y también porque aquella idea
fundacional de Europa, a diferencia de la de la UE, no era del agrado del
Vaticano cosmopolita que ejercía sobre nosotros una gran influencia
subterránea y que se oponía encarnizadamente a la Mística fascista y a todo
lo que la unidad europea tenía de pagano, vitalista y de apertura de la mente
a la búsqueda de un común denominador que no habría podido dominar, al
menos en su totalidad.

En otros países, la cruzada anti-bolchevique –y anti-capitalista– no fue,
de hecho, la única motivación para la adhesión al ejército del Eje de
decenas y decenas de miles de voluntarios, los fue también la convicción de
que se estaba en una encrucijada: la salvación y el dominio de Europa o el
riesgo de su decadencia definitiva.
Como ningún otro,nos ofrece la idea de esta firme convicción Pierre
Drieu La Rochelle, el gran autor francés de estirpe normanda,
colaboracionista privado y de carácter extraordinariamente independiente,
que se daría muerte voluntariamente para no sobrevivir a destrucción de la
empresa.


Somos hombres de hoy.
Estamos solos.
Ya no tenemos dioses.
Ya no tenemos ideas.
No creemos en Cristo ni Marx.
Es preciso que inmediatamente,
rápido,
en este mismo instante
construyamos la torre
de nuestra desesperación y nuestro orgullo.
Con el sudor y la sangre de todas las clases
debemos construir una patria
como jamás se ha visto;
compacta como un bloque de acero,
como un imán.
Toda la limadura de Europa se nos agregará allí,
por amor o por fuerza.
Y entonces ante el bloque de nuestra Europa,
Asia, América y África
se convertirán en polvo.


En la inmediata posguerra, el binomio entre fascismo en cualquier forma
y Europa fue absoluto, así como lo fue la consideración de que la guerra
mundial había sido vencida por las más continentales más enferma e
informes y había sido perdida por Europa en su conjunto.
Lo entendieron también los intelectuales que habían hecho una elección
muy distinta durante el conflicto, como Curzio Malaparte.
El ideal de Europa Nación maduró entre los menos nostálgicos de los
derrotados como impulso de rebeldía.
Encontró además un pionero en el colaboracionista belga Jean Thiriart,
fundador de Jeune Europe y autor de Europa: un imperio de cuatrocientos
millones de hombres.

Con metodología leninista de modelo mazziniano, abrió secciones en casi
todos los países europeos de lo que habría querido ser el partido-trineo para
la unificación continental.
Aquel discurso caló un poco por todas partes y particularmente en Italia,
que proporcionó cuadros y militantes al joven partido y que resultó tan
cautivada por aquella perspectiva que prácticamente todos los círculos
universitarios neofascistas asumieron el nombre de Nueva Europa y
adoptaron la Cruza Céltica que se consideraba el emblema del ideal
europeo. El propio MSI acogió plenamente la idea que se expresa en la
fórmula «Europa Nación de las Patrias» y acuño el más bello y exhaustivo
lema de la posguerra: «Fascismo, Europa, Revolución».
A veces, para evitar sanciones legales, lo transformó en «Italia, Europa,
Revolución», pero, en todo caso, pretendiendo dar a entender exactamente
lo mismo.
Vanguardia por vanguardia, en la Francia chovinista, quienes habían
fundado el GRECE –conocido también como Nouvelle Droite– en ruptura
evidente con los patrioteros e incluso con los maurrasianos de la Action
Française, propugnaron la idea-fuerza de Europa.
Una Europa de las regiones, según el mapa de las Waffen SS, que no
fueron así extrañas al dictado de la línea, como no lo fue tampoco el gran
ensayista, periodista e idealista Giorgio Locchi.
No es casualidad que el producto más elevado del GRECE, la
organización scoutista que forma a sus jóvenes desde hace más de cuarenta
años, se llame Europe Jeunesse.

* * *

Europa como necesidad, decíamos.
Lo que entrelazaba a todas las vanguardias nacional-revolucionarias,
ninguna excluida, al menos desde 1952 (firma del Tratado Atlántico) hasta
1989 (caída del Muro de Berlín) estaba bastante claro.
Recapitulémoslo.


1) Los conflictos mundiales han servido para derrotar, dividir y
someter a Europa y han proyectado al dominio del escenario
mundial a dos continentes diferentes al nuestro y sus enemigos:
América, representada por los EEUU y Asia, por la URSS (la
Rusia soviética).
2) El mundo mercantil, colonialista y economicista está dividido en
sectores de influencia por dos rivales-cómplices: EEUU y URSS,
que con los acuerdos de Yalta festejan sobre nuestros restos.
3) La Europa dividida y sometida está amenazada también
espiritualmente, culturalmente y biológicamente.

Ya no es posible en la era atómica y en los albores de la era
satelitaria ser independientes y asumir un papel histórico si no se
adquiere una potencia continental.
4) La Europa Nación representa la única posibilidad de hender el
duopolio de Yalta y, si se dota de instrumentos de poder y de fuerza
disuasoria nuclear, podrá renacer y desarrollar de nuevo un papel
protagonista en la historia mundial.


* * *

Es de señalar, en este sentido, la posición del MSI, no por casualidad
favorable al arma nuclear militar y su oposición a los tratados de no
proliferación de los arsenales. «No al diktat atómico» fue una de sus
batallas más interesantes y particularmente mal vista por los americanos.
Esta perspectiva mítica y de destino dictaba también algunas elecciones
políticas muy sabias que parecen completamente olvidadas. El
anticomunismo no se consideraba suficiente porque favorecía el
capitalismo liberal; el anticapitalismo no se consideraba suficiente porque
favorecía al comunismo; tanto el uno como el otro fomentaban un bloque
antieuropeo: era necesario ser a un mismo tiempo anticomunistas y
anticapitalistas.
Hoy, con aquel imaginario de contención que se ha apropiado de un
ambiente en implosión¡Conmueve oír aquellas bobadas! ¡Se oye incluso
revalorizar el comunismo en clave anticapitalista! Lo que carece
completamente de sentido tanto desde el punto de vista estructural (el
verdadero capitalismo y el mundialismo son puramente comunistas) tanto
desde el histórico-político. Y, peor aún, se ha dejado de considerar, se
olvida o se minusvalora toda la activa y fértil experiencia neofascista,
valorada estúpida o irreflexivamente atlantista.
Quien acusa a la extrema derecha del pasado de no haber roto los puentes
con el occidentalismo para, por el contrario, hacer guiños a los soviets, no
sólo es presa de una creencia torcida y de un complejo de inferioridad en
relación a la izquierda, sino que es incapaz de pensar en perspectiva de
autonomía y libertad, como era el caso en tiempos. Entonces se razonaba,
se pulsaba, se combatía, para ser protagonistas y no para elegir un amo al
que servir.
Se quería, seriamente se quería, hacer Europa como un Tercer sujeto,
como centro de resistencia, de potencia, de renacimiento.
Aquella Europa que se veía amenazada en su cultura, en sus tradiciones
en su ADN, que se preveía invadida y sometida y que se intentaba
fortalecer con el fin de impedirlo, para trastocar las relaciones de fuerza y
cambiar radicalmente las cosas.

Europa era una necesidad histórica y biológica: lo habían entendido a

principios de los años cuarenta los más previsores de los nacional-
revolucionarios; veinte años después los comprendieron todos en aquel

filón histórico-ideal militante.
La Europa Nación, una necesidad absoluta, imprescindible hace ya
cincuenta años, vista lúcidamente como tal ya entonces, cuando todavía era
posible que nos hiciésemos ilusiones de organizar cualquier cosa
propugnando una potencia nacional de tamaño medio.

Europa como identidad


Las Termópilas.
El acto que da nacimiento a la identidad europea viene establecido por el
heroico sacrificio de Leónidas y de los trescientos espartiatas,
acompañados, por lo demás, por más de mil voluntarios griegos a quienes,
desgraciadamente, se olvida sistemáticamente.
Ante ellos se había desplegado un ejército innumerable de gentes
diversas, con una relación de fuerzas que la leyenda afirma de uno contra
mil, pero que para la historia era, al menos, de uno contra doscientos.
Aquellos valientes sostuvieron el desfiladero hasta que fueron rodeados a
traición. Que hubieran podido hacer otra cosa que no fuese sacrificarse para
conceder algunas horas a los griegos para organizar la defensa de la
también histórica rival Atenas era algo que estaba fuera de toda discusión:
iban al encuentro de una muerte segura.
Los persas les habían ofrecido salvar sus vidas y la libertad de retirarse
con sólo haber entregado las armas.
«¡Venid a cogerlas!» respondería lacónicamente el rey espartiata.
Palabras inmortales que resplandecen esculpidas junto a su estatua de
hoplita en el lugar del supremo sacrificio.
«Lanzaremos tantas flechas que oscureceremos el sol» había amenazado
Jerjes.
«Mejor, así combatiremos a la sombra» fue la respuesta del rey
lacedemonio. Memorable como la que había dado al emisario del soberano
de Persia cuando, en Esparta, había intentado cautivarlo ofreciéndole el
control sobre toda Grecia en nombre del Rey de reyes pero, en el caso de
que lo rechazase, le había detallado lo que le sucedería a su ciudad y a su
pueblo, completamente desparecidos de la faz de la tierra, si los persas
hubiesen vencido.
«Si...» respondería Leónidas.
Aquel momento, fechado 480 años antes del inicio de la era vulgar,
signaba el nacimiento de la conciencia europea. Porque se oponía a la
invasión masiva desde Asia de un melting pot ante litteram; porque
expresaba el valor no sólo guerrero sino señorial, por parte de quien es
señor y muere para no ser esclavo; porque, en definitiva, todo esto no
sucedía por imposición o por azar o porque fuese un hecho ineluctable, sino
que se trató de una elección libre, asumida conscientemente.
Ésta era Europa y en esto se diferenciaba del resto del mundo.
Desde las Termópilas se intentóidentificar los sucesos históricos que
expresan la conciencia europea o, al menos, la conciencia de los europeos:
Poitiers, Lepanto, Viena, Berlín.

La épica defensa del Bunker hasta el dos de mayo casi acabado, fue
concebida por la mayoría como una nueva Batalla de las Termópilas y hubo
incluso un famoso dibujante de comics para niños que lo afirmó
explícitamente.
A la necesidad de formar Europa, aquel bloque compacto invocado por
La Rochelle, se sumaba la idea de la identidad y, por tanto, la búsqueda del
común denominador, precisamente de la identidad común que unía entre
ellos a los pueblos y clanes históricamente rivales.
Se reconocía ese denominador común también en el espíritu que se
expresaba en estas rivalidades.
¿Cuál?
Como ha puesto de manifiesto con acierto Jean Mabire en Drieu et le
tempérament cotentinais, los hombres del Norte poseen un sentido de la
libertad innato, pero son también, y sobre todo, hombres de acción y por
tanto están dispuestos a disciplinarse para cumplir el deber que han elegido.
Alejados de la tiranía y la masificación.

¿Hombres del Norte se decía? Una floresta de estudios paleo-
antropológicos, de investigaciones históricas y prehistóricas, el estudio

comparado de las lenguas, atestiguan que el tipo indoeuropeo tiene un
origen situado al Norte (sede hiperbórea) que precede al derretirse de los
hielos y que en su descenso hacia el Sur (trámite Thule) ha encontrado
otras poblaciones sobre las que se ha impuesto.
Dorios, aqueos, ilirios, latinos y germanos proviene de un tronco común
del que se han ido diferenciando con el paso de los siglos pero sin perder su
ADN.
Diversos lingüistas han hecho notar que la palabra ari, con la que los
indoeuropeos se denominaban a sí mismos, significaba tanto «claros»,
«luminosos», como «señores», «señores de sí mismos». Herr es una forma
de la palabra ario, los hombres libres entre los germanos se llamaban
arimmanos. Pero esta idea era común a las diferentes ramas indoeuropeas.
Fue precisamente esta dúplice lógica de libertad y disciplina de donde
nacieron las poleis, relegadas con demasiada presteza al lugar de
nacimiento de la democracia –que, sea como fuere, allí nació– cuando
fueron antes bien ejemplos de una participación que en muchos casos no
escindía libertad y autoridad.
No fue el azar el responsable de que en Esparta los reyes eran dos y
respondían ante el consejo de los guerreros, ni de que en Roma la Res
Publica se dotase de dos cónsules.
La idea de sumisión era extraña a los indoeuropeos que se disciplinaban
voluntariamente. La idea de la tiranía irracional, basada sobre el temor
cuando no sobre el terror a entes metafísicos que dictan la ley que ha de ser
seguida para evitar horrendos castigos era para ellos ajena e inaceptable.

Cuando Julio César intentó hacer de Roma el centro del Imperio, los
pueblos del este reclamaban la divinización del Emperador, mientras que
los europeos, en particular la romana, lo rechazaban.
Fue precisa la grandeza inconmensurable de Octaviano Augusto porque
Roma lograse ser a un mismo tiempo la polis consular de los indoeuropeos
y el centro divinizado para las gentes de Asia Menor.
Esto sucedió, en todo caso, en la mentalidad típica de los que hoy
definiríamos como occidentales y la fusión entre unidad y multiplicidad fue
contraseñada por el Panteón, emblema inigualado de pluralidad y
tolerancia.
La lex romana, la pax romana y las fronteras del Imperio sacralizaron los
espacios en los que se expresó nuestra Civilización.
La escisión entre las orillas del Mediterráneo, la división del Imperio
entre Oriente y Occidente y la llegada de las religiones monoteístas del
Asia Menor produjeron un colapso del que sólo se vuelve a emerger con el
Sacro Imperio Romano.
Se ha discutido mucho sobre las razones de la insurrección espiritual y
cultural que se condensó en el monaquismo, el feudalismo y sobre todo en
el Ideal de la Caballería.
No es nuestra tarea determinar cuánto ha sido lo que proveniente del
paganismo y del germanismo se ha soldado con lo que quedaba de la
tradición de los Padres. Lo importante es el corpus que se fue
constituyendo, en el que también la Monarquía, a diferencia por ejemplo de
la Rusia zarista, era entendida como un bien común, hasta el punto que la
propia idea de Monarquía popular que se realizó en la Era Moderna (1492-
1789) retomó en parte las funciones tribunicias que Augusto había
exaltado en la idea imperial del Princeps.
En el apogeo del dominio europeo(siglos XVII-XIX) todas las
características al mismo tiempo individualistas y comunitarias,
particularista e unitarias, se manifestaron plenamente mientras se
manifiesta un Estilo de vida aristocrático, encarnado por una nobleza que
con mucha frecuencia aparecía por sí yno necesariamente por rango
adquirido.
Añado un dato sobre el que no se ha reflexionado apenas y que signa el
paso de la Edad clásica, del Imperio Romano, a la nueva mezcla que tiende
a la síntesis.
Cuando en el 476 (1229 ab Urbe Condita) cae el Imperio Romano de
Occidente, Rómulo Augústulo fue depuesto, al menos eso sabemos, por
Odoacro, rey de los Hérulos. El caso es que Odowakhr no es como se cree
generalmente un nombre propio, sino el apelativo concedido a quien ejerce
la función de Gran Maestro de las Runas. Los Hérulos, por tanto, son los
custodios de la sabiduría rúnica alfabéticamente conocida precisamente
como Erilaz.

Es preciso concluir que nos encontramos en presencia de un momento
que reviste significados excepcionales y profundos: la transmisión sutil en
sentido ancestral: histórico, prehistóricos y metahistórico al mismo tempo.
De esta transmisión romano-germánica –o del reconocimiento de la misma
raíz– nacerá la primavera gibelina y de ahí surgirán posteriormente las
mejores expresiones de la historia europea.
Sea lo fuere lo que se formule para el futuro, ignorar este vínculo sería
delincuencial.

* * *

¿Qué es lo que contraseña la unidad fundamental en la multiplicidad
europea? ¿Cómo se lo reconoce y cómo se establece?
Por un lado, contamos con los estudiosos que se han ocupado de
investigar las raíces. Éstos no se han limitado a documentar los vínculos
lingüísticos sino que siguieron las huellas de las migraciones desde el
Norte, aislando diversos elementos objetivos que documentan los
itinerarios de nuestros antepasados, entre los cuales se encuentran el
abedul, el ámbar y el cerdo. Se distinguieron las ascendencias biológicas de
las de otras etnias, documentándose las nuestras desde los hombres de
Auriñac y Cromañón.
Tras el segundo conflicto mundial todas estas investigaciones han sido
negadas y confutadas institucionalmente por decisión ideológica, sin
embargo, basta seguir en la misma República las evoluciones en curso de
los estudios paleontológicos para comprender la firmeza de sus
fundamentos.
Sin embargo, este conjunto biológico-lingüístico no representa en sí más
que un aspecto material de la identidad, que podría caer en el positivismo
materialista, no pudiendo dar con ello una ida suficiente de la especificidad
europea, reduciéndola a un simple factor zoológico.
Las características que hacen de ella una identidad completa son de otro
tipo. Están en la mentalidad que habíamos definido anteriormente: la de
hombres libres que se da una sí mismos una disciplina, que rechazan la
promiscuidad y la sumisión, que no se pliegan ante leyes basadas en el
terror.
Más todavía que los estudios materialistas, son las sagas, los cuentos, las
tradiciones orales las que permiten comprobar la identidad indoeuropea en
sus diversas articulaciones. Es posible que la Ilíada sea realmente el
recuerdo traído de una epopeya verificada en el Báltico y si se tratase de un
suceso real, aclararía perfectamente la continuidad de una identidad
íntimamente sentida que va más allá de espacios y vínculos temporales.
Pero no existe identidad sin que medie el límite y sin que exista
separación.

¿Qué es los que permitió a los indoeuropeos realizar aquella síntesis entre
libertad y disciplina, entre polis e imperium? La axialidad, la virilidad
espiritual. Lo que está simbolizado por el cetro, el hacha, la espada, la lanza
y el fascio, que para nuestros antepasados era sinónimo del miembro viril.
«Fascinación» indica literalmente la seducción que emana de la virilidad.
El aspecto guerrero, viril, patriarcal, el mismo eje que, antes interno que
externo, proporcionaba el alma del imperium se enfrenta con el polo de la
promiscuidad, de la informidad que Johann Jakob Bachofen identificó en el
culto meridional de la Gran Madre. Julius Evola fue más allá en esta
identificación. Lo mismo hicieron decenas y decenas de pensadores y la
misma Scuola de Mistica Fascista, que determinó que el choque era entre
dos polos, encarnado uno por Roma y otro por Cartago, el viril y el
antiviril. La Scuola no se detuvo allí, sosteniendo que se trataba del choque
era ente Aries y Tauro, entre Roma y Jerusalén.


* * *

Esta polaridad espiritual permanece inalterada, y por ello el asalto contra
Europa, contra su espíritu, contra su ser, –lo que hoy, no por casualidad, se
expresa en la teoría de género, que exalta la informidad, la promiscuidad, la
indisciplina existencial– no es sino el último estadio de una larga
Subversión antiviril, antipatriarcal, antiestatal, iniciada en la posguerra y
acompañada, de manera conscientemente provocativa, por el símbolo
hippie, que no es sino el Árbol de la Vida invertido a conciencia.
Es necesario ser consciente de todo esto. En los últimos decenios se tiene
la impresión de que se haya eliminado todo elemento fundacional y
caracterizador. Un ambiente que en el pasado había cometido el error de no
dedicarse a los aspectos económicos que consideraba de orden inferior en
relación a los espirituales, existenciales y guerreros, hoy ha invertido todo.
Se ha fosilizado en sus teorías económicas, no siempre correctas y a
menudo mal digeridas y se ha comprometido exclusivamente en el terreno
social, extrañamente desmemoriado de que este último no puede ser
suficiente, visto que la participación en los beneficios ha sido asumida por
las grandes multinacionales y que el capitalismo social renano no deja
nunca de ser capitalismo.
Limitándose a reivindicaciones socioeconómicas, los que debieran ser los
herederos de una línea nacional-revolucionaria, han perdido el sentido del
Enemigo.
Cuando acusan a los políticos de ser los botones de los banqueros tiene
razón, pero esto sólo explica parcialmente la situación. El verdadero
problema es lo que quieren los que dirigen, a qué polo espiritual responden,
cómo están programados mental y moralmente: para recomenzar es

necesario afrontarlo y resolverlo, dar vueltas a su alrededor sólo vale para
perder el tiempo y la dignidad.
Las batallas reformistas y moralistas que se plantean en su lugar son en
su mayoría estériles y con frecuencia mal planteadas.
Por ejemplo, toda la cuestión de la homofobia que hoy hace la función de
ganzúa para el avance de la «teoría de género» está sabiamente planteada
por del poder subversivo, jugando con el carácter libre, respetuoso y
tolerante del indoeuropeo y por este motivo hace mella, porque en el fondo
existe un disgusto por las leyes discriminatorias.
Esta empresa corrosiva debería ser contrarrestada más bien en el ámbito
de los criterios que mediante la petición de leyes prohibicionistas que
atestiguan la desorientación de quienes, por el contrario, deberían orientar.
El ataque conjunto (cultural, espiritual, económico y biológico) a Europa
y a todo lo que ésta representa sólo encuentra resistencia sectorial, parcial,
desordenada, a menudo manipulada y contraproducente y, en cualquier
caso, jamás consciente.
Con todo, están en juego tanto nuestra supervivencia como nuestra Cultura
(Civiltà), que no debe confundirse con la Civilización, que es una expresión
específica e históricamente limitada de la Cultura y está en relación con
aquella como lo relativo a lo absoluto, como los valores a los principios.
Pretendiendo defender estadios de civilización que con frecuencia son
putrescentes no se hace frente a la Subversión sino que, como ha
constatado incluso Guénon, se coadyuva a ella.
Hoy más que ayer, Europa –en verdad todos nosotros– está amenazada de
extinción y su unidad de potencia es al mismo tiempo necesidad e
identidad.
Es necesario ser conscientes y batirse para liberarla de la dictadura
subversiva, matriarcal, cosmopolita, de la que es presa.

Europa bosquejada


La caída del muro de Berlín el nueve de noviembre de 1989 representó el
cumplimiento de un presagio. Europa se liberaba de su barrera interior y
Alemania podía finalmente reunificarse.

El sueño acunado desde hacía cuarenta años por los nacional-
revolucionarios de todas las naciones se hacía realidad.

Y se hacía realidad en verdad gracias al hundimiento del monstruo
comunista, debido en parte a influencias eclesiásticas, mucho más a la
pérdida de convicción de las clases dirigentes soviéticas y bolcheviques y
aún más, por último, a la política económica del Canciller alemán Helmut
Kohl, que había invertido en el este y era el principal financiador de
Gorbachov.
El sueño no había sido hecho realidad por una revolución popular, que,
por lo demás, era impensable que pudiese tener éxito estando vigentes los
acuerdos de Yalta y, por tanto, el sostén recíproco entre rusos y
norteamericanos en sus específicos sectores de influencia. Habían sido
hombres de gran capacidad que se habían movido en el seno de esquemas
posbélicos y que habían capitalizado al mismo tiempo su firmeza en la
guerra fría y su apertura económica y diplomática allende el Telón de
Acero.
Fueron el Canciller de la Alemania Federal Helmut Kohl y el Presidente
francés, François Miterrand, con el apoyo de otros políticos de relieve
como, como nuestro primer ministro Bettino Craxi quienes hicieron el
milagro.
Estos hombres fueron más allá: propusieron el nacimiento de un ejército
europeo y de un espacio económico con Rusia. La historia parecía haber
retomado el camino correcto.
Pero la historia la hacen los hombres. La hacen las necesidades objetivas,
la hacen los centros de poder.
El camino era difícil porque el proceso emprendido era objetivamente el
único que tenía un sentido y estaba dirigido por hombres muy conscientes
de ello. Los centros de poder, sin embargo, eran otra cosa y, sobre todo, los
hombres cambian.
De modo que quienes veían con bastante preocupación la emancipación
europea, que querían que ésta sólo fuese parcial, trabajaron sobre las
decisiones de los hombres que habían sustituido a aquellos que les habían
sorprendido.

Resulta emblemático lo que sucedería en Francia con la promoción de
Sarkozy, a la que no fueron ajenos la CIA y el Mossad, promoción
acompañada por una serie de ofertas obscenas, como la participación
francesa en el narcosistema latinoamericano y la consecución de relaciones
privilegiadas entre la Bolsa de París y la de Nueva York.
El reingreso de Francia en la OTAN, algo irrelevante en sí, poseyó la
fuerza de una señal.

Una señal fuerte fue también el arresto en EEUU de Dominique Strauss-
Kahn, director del FMI y candidato al Elíseo, mediante una trampa

organizada por los servicios norteamericanos. Strauss-Kahn se disponía a
proponer al órgano de gobierno del FMI la introducción del Euro como
divisa internacional de cambio.
Cuando se habla del Euro son muchas y diferentes las consideraciones
que se hacen y por mi parte he decidido en esta propuesta política dejar a
cada uno la responsabilidad de declararse a favor o en contra.
Seguramente se recuerda que la hipótesis de que el Euro rivalizase con el
Dólar en las transacciones internacionales ha empujado a los
norteamericanos a atacar de una manera u otra a diversos países como
argentina, Iraq y Libia; que la hipótesis de trasladar inversiones de Nueva
York a Frankfurt por pare de Arabia Saudí ha enfriado las relaciones
bilaterales con Washington.
Después, la City juega al flanco de la Eurozona a cogerla a contrapié
especulando. La propuesta de Strauss-Kahn la inquietaba hasta el punto que
desde entonces financia partidos euroescépticos por toda Europa.
Emblemático es también el comportamiento ruso. Hasta que la hipótesis
de alianza europea fue concreta, el Kremlin se declaró defensor del Euro.
Strauss-Kahn fue elegido precisamente por Putin como hombre-símbolo
para el South Stream, el oleoducto rival del Nabucco en la contienda
energética ruso-norteamericana para el control de la Europa meridional.
Cuando el avance norteamericano y el cambio de chaqueta francés
desemparejaron las cartas y Rusia se vio obligada a aceptar la lógica de un
nuevo Yalta energético y buscar alianzas en otro lado (China, Israel, Arabia
Saudí), cuando, en suma, también para Moscú Europase convierte más en
un objeto de contienda y de división que un aliado potencial, también el
Kremlin comienza de improviso a sostener a los euroescépticos.
Estas consideraciones no son suficientes para tomar posicionessobre el
Euro, pero no tenerlas en cuenta sería un crimen.
Obviamente no se puede tampoco hacer lo contrario y aceptar la política
de la UE sólo sobre esta base. No es un misterio para nadie que ésta unas
veces resulte un fracaso y otrassea deletérea.
Sin embargo, constatarlo no sirve para nada; es necesario actuar y, para
actuar, es necesario desescombrar el terreno de postulados apresurados que
no siempre poseen fundamento y casi siempre son imprecisos.

Antes de pasar a las propuestas que serán de dos naturalezas distintas –
soluciones programáticas e intervenciones directas– resumiremos lo que
para nosotros no es válido de la UE, dividiendo también esto en dos partes.
En primer lugar recapitularemos los lugares comunes y los dogmas;
después, intentaremos ver cuánto de las críticas sumarias que se han
lanzado contra ella poseen fundamento, cuánto, por el contrario, no se
sostiene y cuánto, por último, es necesario añadir para obtener un crítica
política real y eficaz.

La Europa que no nos emociona


Sumariamente las acusaciones contra la UE son las siguientes: ser un
producto americano, ser una creación masónica, representar una etapa en el
proceso mundialista, ser poco democrática e incluso antidemocrática, estar
en manos de los banqueros, terminar con las soberanías nacionales,
promover una política antisocial y representar un instrumento alemán.
A estas acusaciones se suman las que se hacen al BCE: ser independiente
de la política, estar por encima de los Estados soberanos, realizar una
política económica paralizante y haber usurpado el derecho de emitir
moneda.
Algunas de estas afirmaciones son ciertas, pero raramente se plantean
como se debería para extraer algo más que eslóganes fáciles pero
incapacitantes, otras son imprecisas, mientras que otras son directamente
infundadas.
Veámoslas una a una.


¿La Unión Europea es un producto americano y sirve a los intereses de
Washington?


En absoluto. Los EEUU observan el proceso europeo con sospecha y
circunspección, interviniendo siempre para frenarlo y para llevarlo a
callejones sin salida. Lo hacen mediante especulaciones, el rating, los
diktat comerciales y las injerencias directas. El principal temor americano,
claramente expresado por sus principales politólogos, es precisamente la
emancipación europea; el peso de la estrategia estadounidense, que está
ampliamente definida por Brzezinski primero y por Cheney después y que
se sigue con insistencia, apunta a mantener a Europa débil y alejada de sus
partner del sur y del este.
La era de los satélites y de las aperturas espaciales, de los grandes
mercados, ha convertido en objetivamente necesario la unificación europea.
Sobre esta unificación actúan como controladores, como contenedores y
realizan una labor de desviación, los Estados Unidos e Inglaterra.
Obviamente lo hacen mediante influencias directas e indirectas que pueden
ejercer en el complejo y contradictorio corpus de la UE.


¿La UE es una creación masónica?


Ni más ni menos que otras. La Masonería está en todas partes, a empezar
por el Vaticano. Pero, ¿qué es la Masonería? Es necesario hacer
distinciones. Si hablamos de un enfrentamiento espiritual, si nos referimos
a dimensiones metafísicas, todo esto transciende a las organizaciones

humanes que son sus instrumentos, conscientes o inconscientes. Si nos
situamos en un plano más terrenal, entonces debemos tener presentes dos
afirmaciones aclaratorias, la primera es de Julius Evola, quien explica que
el sensacionalismo masónico es el único modo en el que la burguesía logra
tener una verdadera parodia sacra; la segunda es aquélla con la que el
Mariscal Petain afirmó en su ley de disolución de las Logias:
«No por razones religiosas, sino porque la Masonería es una organización
mediante la cual los mediocres, apoyándose entre ellos, se abren camino en
detrimento de los mejores y en detrimento de la Nación».
Añádase un elemento ulterior: La Masonería ha sido por más de un siglo
el Caballo de Troya británico en el mundo, un instrumento del que se
habían dotado también los prusianos y sobre todo los franceses. Después se
ha convertido en un instrumento americano.
En conclusión la UE no es más masónica que lo que es Italia, Francia, o
el Vaticano. La influencia de las Logias está por todas partes.
Si hay una diferencia, ésta radica en el hecho de que la UE, demasiado
democrática y por lo tanto desprovista de autoridad, es presa de los
compromisos y recurre a atajos decisionistas, faltos de vínculos, y por esta
razón es más fácil a hombres mediocres, pertenecientes a organizaciones
lobistas (masónicas o no masónicas) alcanzar influencias excesivas, «a río
revuelto, ganancia de pescadores».


¿La UE es una etapa en el proceso mundialista?


Absolutamente sí y absolutamente no. En este punto hay que ser claro,
superando la hemiplejia ideológica y conceptual entre derecha e izquierda
que repercute por todos lados con las correspondientes explicaciones
sumarias que, en este caso, podemos definir como complotismo y
determinismo.
Para los reaccionarios sólo cuentan los que toman las decisiones, para los
progresistas, por el contrario, son los acontecimientos los que obligan a
decidir. En cada polo de este dualismo se está condenado a la impotencia. Y
sólo la toma en consideración de ambos elementos y la búsqueda de la
síntesis es lo que nos permitirá cambiar el curso de la historia.
Por lo tanto, para los reaccionarios la UE es una etapa de un complot
mundialista. Para los progresistas es una fase de la Globalización. Los dos
tienen razón, de la misma forma que ambos se equivocan.
La historia material es la conjunción continua de dos ejes, el uno vertical,
es el que comprende las jerarquías, las estructuras; el otro, horizontal, es el
que expresa el desarrollo de los factores técnicos, económicos, culturales,
etc.
Si nos limitamos al eje vertical se asume que sea lo que sea la UE (y lo
que sea cualquier otro sujeto), ésta se sufre la influencia de las pocas

familias que detentan la riqueza mundial, de los centros de poder
financiero, energético y estratégico y de su ideología, que es mundialista y,
además, antiviril y antitradicional. Lo que vale tanto para la UE como para
Italia, el Vaticano y todo Occidente, pero también, en diversas dosis, para el
Oriente chino y ruso.
Si pasamos al eje horizontal, la UE es sobre todo el producto de un
devenir histórico y de la necesidad de hacerle frente. En este eje se
encuentran, y a menudo se enfrentan, diversos intereses y centros,
especialmente alemanes e ingleses.
Quien cree que estamos al final de la historia, al final de los tiempos, sólo
puede tener una visión apocalíptica de todo esto y rendirse ante el carácter
ineludible de la Globalización bajo el sello del Mundialismo.
Quien, por el contrario, tiene un enfoque vitalista y activo de la existencia
se encuentra en condiciones de distinguir, de reconocer, en el eje vertical
las líneas de falla entre los centros de poder, de confiar después en las
variantes del eje horizontal y por lo tanto de intentar actuar, no para detener
el curso de la historia, que es imposible, sino para cambiar su sello.
Sobre el eje horizontal se trata de una cuestión de método, sobre el
vertical de mucho más.
En mi libro Nuovo Ordine Mondiale tra imperialismo eImperio (Ed.
Barbarossa, 2002) he hecho notar como desde 1945 no hay ideologías y
cómo mucho interpretaciones políticas diversas del Mundialismo, pero
también he sostenido que existen espacios y modos para volver a
contraponer la idea universal delas Revoluciones nacionales y del
Imperium.
En ausencia de tal ideal no se puede caer en lamentaciones y asirse al
fenómeno de la reacción socio-psicológica de los populismos que no irán a
ninguna parte si no se dotan de una concepción estratégica, activa, positiva,
revolucionaria y si no están dirigidos por una auténtica clase dirigente
militantes.


¿La UE es poco democrática e incluso antidemocrática?


Es justamente lo contrario. No sólo desde el punto de vista ontológico
según el cual la democracia, contrariamente a la creencia común, no es en
absoluto un poder participativo sino una tiranía totalitaria niveladora, sino
también desde el punto de vista expresado en el concepto más difundido, es
decir, como gestión sometida a discusión y al acuerdo, que en la UE es
absolutamente excesiva.
Precisamente cuando el agrandamiento de los espacios, la contracción de
los tiempos, la concentración de medios de poder, dictan en todas partes
una reducción de los ceremoniales asamblearios y un aumento de los
poderes decisionales, es paradójicamente la búsqueda del compromiso en

función de una lógica de participación ecua entre sus miembros lo que hace
de la UE un poder dividido y que la debilita en su confrontación con los
poderes autoritarios en vigor en EEUU, Rusia, China, Israel y gran parte de
las potencias emergentes como Turquía o Kazajstán.
Al contrario del tópico, es precisamente este igualitarismo federado,
sumado a los prejuicios ideológicos dominantes, lo que paraliza a la UE
concediendo el derecho a intervenir a comisarios o expertos que,
precisamente por no estar sujetos a un decisionismo jerárquico, sino que
son libres de culebrear en una democracia confusa, son casi siempre
hombres que responden a los lobbies, a logias o a partidos transversales
multinacionales organizados.


¿Está la UE en manos de los banqueros?


No es una prerrogativa de la UE sino de todo el sistema mundial. La casta
de los banqueros es la que domina y hay que darse cuenta de este hecho.
Pero cuando se dice casta de los banqueros no se debe dejar de profundizar
por pereza. Si se hiciese nos daríamos cuenta de, al menos, tres cosas: la
primera es que la Eurozona y las economías europeas sufren más las
maniobras de los banqueros angloamericanos que las de los europeos; la
segunda es que entorno al BCE se producen enconadas disputas entre
banqueros alemanes, ingleses, franceses, etc.; la tercera es que nos
encontramos también en un conflicto entre grandes y medianos banqueros,
particularmente por el efecto de los Acuerdos de Basilea.
Esto significa a su vez varias cosas. La primera es que si la UE es
sinónimo de banqueros, lo inverso no es en absoluto verdadero. La segunda
es que existen líneas de falla en el seno de la casta de los financieros. La
tercera es que existen, al menos teóricamente, posibilidades de modificar el
cuadro y las relaciones de fuerza.
Otro razonamiento totalmente diferente es el que atribuye a la UE y al
euro el fin de la soberanía monetaria. El discurso es amplio y variado; al
hacerlo no debe olvidarse que en realidad el BCE persigue la política de
estabilidad monetaria, que quien emite efectivamente la moneda es el
SEBC, con sede en Fráncfort, compuesto por los 27 bancos nacionales y el
BCE, teniendo este último sólo el derecho de emisión sobre el 8% de la
masa monetaria. El hecho es que los bancos nacionales son entidades
privadas desde hace tiempo (el italiano, uno de los últimos al desvincularse
de las leyes queridas por Mussolini, lo es desde 1981). El problema, por
tanto, va más allá del BCE, que sin embargo añade al mismo dos
agravantes: el hecho de estar desvinculado del poder político (y volvemos
al exceso de democracia) y el de no tener al obligación de suscribir la
deuda.

Una última apostilla sobre la soberanía monetaria, recentísimo tótem de
la extrema derecha. Fundamental lo es seguramente, pero no es verdad que
sea suficiente. E n Italia desde 1945 a 1981 era total; y sin embargo de la
soberanía nacional no hubo ni la menor huella.


¿La UE acaba con las soberanías nacionales?


La realidad es un tanto diferente. Las soberanías nacionales han recibido
literalmente un golpe mortal con la llegada de los satélites. Ya en los años
90, Francia se dejó arrebatar una serie de contratos con los países africanos
por parte de los americanos que, precisamente gracias a los satélites,
conocían perfectamente sus ofertas en tiempo real y podían intervenir
rebajando los precios. La información, el comercio, la guerra, se
desarrollan ahora vía satélite y a través de éstos se desarrolla también toda
la comunicación social (facebook, google, twitter, etc.)
Lo que habían predicho las vanguardias nacionalrevolucionarias desde
los años 40 se ha hecho realidad. Es inútil llorar (para quien tuviese
motivos para hacerlo) o chillar. No existe soberanía posible si no es a nivel
continental y no existe sin contar con autonomía satelital.
La UE no es ni carne ni pescado, vive a salto de mata en esta tierra de
nadie, intentando encontrar un equilibrio entre los residuos de la soberanía
nacional y un decisionismo central que no existe y que, por lo tanto, es
asumido subrepticiamente por comisarios especiales.
¿Han muerto por tanto las soberanías nacionales? No necesariamente: a
condición di resucitar una lógica social, territorial, y un ideal imperial y
confederado, podrían convivir con una soberanía europea. En el momento
actual no contamos ni con ésta ni con aquellas.


¿La UE tiene una política antisocial?


De nuevo no debemos quedarnos anclados en los esquemas
reduccionistas que habitualmente tenemos ante nuestros ojos.
El Estado social es una prerrogativa común en Europa, aunque las lógicas
sociales sean diferentes en cada nación. La política de austeridad que ha
sido dictada por la crisis mundial y por la política de estabilidad de los
precios están en efecto minando las sociedades europeas golpeando a los
salarios, la propiedad, el ahorro y las empresas.
Causas de todo esto son seguramente las que son identificadas por la
mayoría: la terquedad alemana y el poder excesivo de los banqueros. A
ésta se deben añadir por lo menos cuatro más. Ante todo el escaso poder de
la UE que, olla de barro entre ollas exprés (EE.UU, China), no tiene
grandes márgenes de maniobra frente las otras potencias, las cuales
descargan sobre Europa sus propias crisis. Emblemático es lo que ha hecho

los EEUU, a partir del 2009, para lograr hacernos pagar sus agujeros y sus
débitos.
Así, sufrimos la competencia mundial de economías extra-europeas que
ignoran o minimizan el estado social. Esta competencia, sumada a la
indiscutible llaga putrescente abierta en el área del Mediterráneo a causa
del oportunismo individualista y las dejadas políticas sindicales, hacen
necesarias verdaderas y precisas reformas estructurales.
Aquí interviene el tercer elemento: debiendo obligatoriamente efectuarse
numerosos recortes, son las clases más poderosas y las centrales más
organizadas las que se imponen para cargar los costos sobre los menos
potentes y los menos organizados, es decir, sobre los asalariados y las
PIMES.
Finalmente el cuarto elemento es el clientelismo. Sin entrar en el mérito
del Fiscal Compact que 25 estados miembros, Hungría incluida, han
suscrito y que 24 han ratificado, pero que no siendo una normativa europea
puede ser más fácilmente refutado, hay que subrayar que no ha habido
absolutamente ninguno de ellos que, ante la imposición de recortar
cincuenta mil millones al año, haya sostenido que estos se deberían obtener
mediante impuestos a las clases productivas o recortes en la sanidad en
lugar de desmantelando el sistema clientelar parasitario que se evitaría
entorno a doscientos mil millones que se pierden totalmente. Ha sido la
llaga putrescente di una partitocracia y un asociacionismo parasitario la que
una vez más ha prevalecido en Italia.
De todo esto debemos concluir que asistimos al desencadenamiento de
una ofensiva de clase en un cuadro político excesivamente democrático y
demasiado poco soberano en el de la contienda económica mundial. Y esta
ofensiva de clase y de casta es la que está produciendo la contracción social
y la proletarización masiva.
Sin embargo, en el caos las diferentes naciones europeas se mueven de
forma diversa: Hungría, los países escandinavos y Alemania no van tan
claramente hacia la disolución social, como lo están haciendo otros países,
en particular los que se aprovechan del asistencialismo.
Por último, no es en absoluto cierto que el asistencialismo sea sinónimo
de Estado social ni que este último debe ser necesariamente desmantelado,
siempre que vuelva a ser lo que fue cuando fue ideado.
La respuesta es una y solo una: solo una coordinación orgánica pero
autoritario de las políticas interna y externa europeas nos puede permitir
rechazar el doble ataque de la competencia antisocial extranjera y la
ofensiva de clase internacional, mediante una reestructuración completa
que incluye la renovación del Estado social en el ámbito de una sociedad
nuevamente integrada.


¿Es la UE un instrumento alemán?

Alemania es la locomotora europea, lo es tanto económicamente como
por la política que acompaña a las negociaciones económicas y energéticas
que han determinado las relaciones euro-rusas y la apertura a Asia.
Obviamente Alemania razona sobre su propio modelo y está convencida
de que éste determinaría la llegada de una UE mucho más compacta. La
política de austeridad está fundada exactamente por este razonamiento,
visto que para que los alemanes es básica la contención de los precios.
Sin embargo, las acusaciones que se lanzan contra los alemanes de querer
ser la cabeza de la UE y de estar decididos a triturar a los países
mediterráneos son incautas.
Cargando con el grueso del sostén financiero, los alemanes son
particularmente desconfiados hacia los países mediterráneos que desde
hace demasiado tiempo han creado parasitismo, clientelismo y corrupción
de forma masiva. Con el agua sucia (que por nuestra culpa continua
contaminando el estanque), viene sin embargo arrojado a la basura –¡Por
nosotros!– el niño, es decir, los pequeños empresarios y los asalariados.
Nuestra riqueza son las PIMES que, en todo caso no sobrevivirán a la
competencia mundial si no se articulan en un sistema. Las PIMES
muestran una carencia absoluta en este punto y los gobiernos italianos han
desertado de él.
La política monetaria y económica de la UE debe ser absolutamente
modificada pero no se puede hacer crucificar a los únicos que han intentado
hacer algo concreto. No es cierto que los alemanes quieran hacerlo solos,
dado que han llamado a París y a Londres para la edificación de una
Kerneuropa, es decir de una Europa de núcleo duro, que, sin embargo, es
hostigada por los EEUU y la City londinense.
No compartimos las acusaciones vertidas contra los alemanes de que nos
han hecho pagar a nosotros, con el cambio marco-euro, su unificación
nacional. No lo son, pues Alemana ya era entonces nuestra locomotora
económica y financiera y aunque no lo hubiese sido, lo que significaba para
todos nosotros la unión y la cohesión alemana hubiera sido suficiente para
considerar el desembolso como una inversión
En cuando al aumento de los precios por la llegada del Euro, no es cierta
la responsabilidad alemana sino la de los comerciantes de cada uno de los
países. El mercado reacciona psicológicamente: no es una casualidad si un
artículo de cerca de 10 euros se ofrece a 9,90, porque así, al parecer barato,
el consumidor lo compra. Las cifras trabajan en el subconsciente. Por lo
tanto la caída del poder adquisitivo después de la llegada del Euro se ha
producido de forma diversa en cada nación. Donde 1 euro equivalía a 1
marco no ha producido daños. En Francia, donde 1 euro valía cerca de 6
francos, el hábito mental de considerar asequible una cifra aparentemente
baja o que pase por tal (pongamos 8 euros que antes hubieran sido 50

francos), ayudo a los vendedores a hacer que los consumidores gasten más
sin que ello se correspondiera con un aumento de los salarios. En Italia,
donde 1 euro equivalía casi a 2.000 liras, el golpe ha sido, obviamente,
devastador. Pero lo ha sido por la psicología de las masas y por los
intereses de los tenderos. Culpable ha sido la ausencia institucional de un
organismo que hubiera podido impedir o al menos contener el disparate del
cual ni siquiera es correcto señalar a Prodi como culpable por haber
aceptado un cambio equivocado.
En conclusión, Alemania va sola más por la inercia de los demás o por
los obstáculos que le ponen, que por su propia elección o avidez. No todo
de lo que le acusamos tiene fundamento.
En su modelo existen elementos discutibles y adaptables, elementos
positivos y elementos negativos
Intentemos resumirlos.


¿Qué representa Alemania?


Veamos los aspectos positivos y negativos de la locomotora de Europa.
La cohesión social, la participación, el anclaje local que, como veremos
más adelante, impide la deslocalización del trabajo, la eficiencia del
sistema social y fiscal, son datos que se inscriben en el activo del balance
alemán. Aún más lo es la función exterior, in primis de la economía que se
extiende hacia el Este llevando consigo a la política (no por casualidad a
los encuentro asiáticos de la SCO son frecuentemente invitados los think
tank oficiales alemanes, únicos sujetos europeos) y que abre perspectivas
de contrapeso al dominio americano. En este punto la política no es inerte
visto que la doctrina Schäuble, llamada de «reciprocidad», intenta
explícitamente emancipar y reforzar la Europa para inducir a los Estados
Unidos a aceptarla como interlocutora y no como feudo. También en la
tenaza entre TTIP y la Comunidad Económica Eurasiática, Alemania juega
el papel de contrapeso teniendo como objetivo la emancipación.
En los Estados Unidos y en la City son tan conscientes de esto que hasta
el Financial Times admite claramente estar en conflicto con Berlín; por lo
demás, la crisis ucraniana ha tenido como objetico más Alemania que
Rusia.
Considerado todo esto, la campaña anti-alemana, acompaña no sólo del
euroescepticismo sino también de la demagogia lamentable de los partidos
clientelares, es errada, señalando como nuestro enemigo precisamente a
quien más molesta al enemigo.
Pero de aquí a sostener Alemania a capa y espada hay un trecho. No sólo
porque no es posible hacerlo sin intervenciones sistémicas en defensa de las
PIMES y de las mejores especificidades socioeconómicas mediterráneas,
sino porque, si por una parte los alemanes son la única opción posible para

la salvaguarda y el resurgir europeo, por otro también están en la
vanguardia del modelo cultural e ideológico impregnado de disolución y de
subversión y lo son con el agravante de un sentimiento de culpa que no
sólo paraliza sino que se transforma frecuentemente in una pretensión
evangelizadora que la empuja a cruzadas existenciales e ideológicas
inaceptables. Como, por ejemplo, la introducción de «Padre I y II».
Jekyll und Hide.


¿Euroescépticos, eurofans o una tercera vía?


Finalizada la panorámica, no se puede menos que concluir que la mayor
parte de las críticas hacia la UE están mal fundamentadas, basadas en la
ignorancia y en la superficialidad, y que, en tanto que están equivocadas,
hacen el juego con frecuencia a los angloamericanos. Esto no significa que
tengamos que convertirnos en eurofans. Si es falso que la UE esté en el
origen de las crisis sociales, económicas y culturales presentes en Europa y
también que sea poco democrática, si no depende de la UE la desaparición
de las soberanías nacionales ni tampoco tiene la exclusiva de estar bajo el
control del poder bancario ni del masónico y si, por último, la cohesión
europea es la única posibilidad de supervivencia que tenemos ante
nosotros, esto no significa que la UE no tenga sus propias taras que se
suman a la de cada uno de sus componentes.
El problema es que la UE, suma comprometida y confusa de nuestras
sociedades, es el espejo de éstas. Presenta los mismos defectos, las mismas
distorsiones, las mismas subversiones que todos nuestros países, en su
fundamento están las mismas patologías, los mismos venenos, las mismas
fiebres y siempre y por todas partes está presente una estructura mercantil y
una ideología deformante.
Pero la respuesta corre el riesgo de ser del mismo género.
En la época de la industrialización y de la lucha de clases, financieros y
especuladores apoyaron en muchos lugares y en muchas ocasiones a los
comunistas en su acción contra los patronos industriales y los
emprendedores. Les convenía sostener ese proceso de internacionalización
y de desmantelamiento social.
Estar con los comunistas contra los industriales significaba en aquella
época paralizar y descomponer la sociedad y las naciones: defender los
patronos contra la mano de obra quería decir simplemente ser esquirol y
servil. No había vía de salida. Así lo parecía. Interviene entonces la
fulguración fascista que hizo que ambas mandíbulas aflojasen su presión e
interiorizó en el Estado la lucha de clases y la resolvió –al menos en gran
medida– con la participación y con el socialismo de empresa y de trinchera.
Hasta ese momento las acusaciones contra la patronal eran bastante
correctas pero el planteamiento de la batalla estaba equivocado, no se

apuntaba a los verdaderos responsables quienes, por el contrario, se
beneficiaban de la acción socialcomunista.
Tengo la impresión de volver a encontrarme ante el mismo planteamiento
cuando se critica a la UE.
Todas las acusaciones se dirigen contra Alemania, que tiene sus
responsabilidades, ni más ni menos que las tenía la patronal del siglo XIX,
pero no se piensa más que de pasada en las compañías de rating, en los
usureros y en el gotha WASP que son nuestro principal enemigo, ni en los
planes Morgenthau y Karlegi para la neutralización y la extinción del
hombre europeo.
Entonces no se luchaba contra el espíritu capitalista sino contra un
determinado aspecto de su estructura y no para modificarlo, al contrario,
para ayudar a los explotadores, vampiros y parásitos a realizar su banquete.
Los planteamientos del euroescepticismo de hoy me parecen exactamente
los mismos, no sólo porque son objetivamente útiles a la City sino porque
no están dirigidos a imponer justicia y lógica de potencia, sino a debilitar
una sociedad que en adelante permanecería igualmente ilógica e injusta.
La reacción frente a la UE es comprensible y está justificada, pero está
mal orientada, casi siempre por quien es el mayor responsable del actual
estrago y que tiene todo el interés en que continúe, impidiendo que se creen
anticuerpos.
La cuestión está en qué hacer de la reacción popular hoy en fermento, o
canalizarla en el círculo ciego de un no asumido como eslogan y de una
estéril nostalgia, que además es tan absurdo que hoy nos propone la
corruptela democristiana como una pasada edad de oro, o si queremos, por
el contrario, conducirla a la vanguardia para revolucionar Europa, ya sea
por fidelidad al Mito, ya sea por coherencia ideal, ya sea por necesidad
histórica, ya sea por ansia de identidad o ya sea, en fin, por voluntad de
autonomía y de poder.
En este último caso, habrá mucho que hacer. Me empeño directamente
con propuestas y líneas que han de ser a un mismo tiempo sopesadas e
integradas y que requieren una larga tarea de profundización por parte de
los mejores cuadros de toda Europa.

La otra Europa posible

La Unión Europea no es el monstruo que algunos agitan, ni es la causa de
los males que llueven sobre nosotros. Es, como mucho, una concausa. Sin
embargo, tiene taras de fondo, algunas en el plano funcional, otras en el
plano estructural y otras, las más graves, las tiene en el alma.
Que no es ésta la Europa que soñamos, es evidente. Que la solución sea
paralizarla, erosionarla, para construir otra inmediatamente es una
afirmación necia y superficial, hija de una sorprendentes ignorancia de la
historia, que nos enseña que ninguna reacción es posible si no es una
reacción ínsita en una corrección radical de la dinámica en acto, es decir, si
no es una revolución o, al menos, una contrarrevolución.
Ululan contra Bruselas quien juega a echar las culpas a otros porque tiene

culpas de las que hacerse perdonar, como nuestros políticos del área para-
gobernativa o quien estando en la oposición elige capitalizar rápidamente

en la competición local el descontento popular o quien, en definitiva, no
sabe qué proponer o qué construir.
Si la UE avanza así, está fuera de toda duda que nos arrastrará a un
abismo, pero si se bloquea, se paraliza y se erosiona, el abismo en el que
caeremos será mucho más profundo y no tendremos posibilidad de
recuperarnos.
De nuevo nos encontramos entre dos polos opuestos que no resultan
alentadores: sobrevivir enfermos lo que se pueda o morir mal.
Que se trataría de morir mal es algo que no es difícil de entender. Si fuese
posible un retorno a las soberanías nacionales, éstas se realizarían entorno a
la misma gente y a las mismas taras que el conjunto europeo, sólo que con
una menor potencia. En la era global si no se tiene potencia, se muere:
Grecia, por ejemplo, tiene un PIB anual equivalente al de sólo medio día de
China.
Además, ¿qué sinergias nos llevarían a conquistar nuestro puesto en el
espacio, en el espacio satelital?
Que ésta no es nuestra Europa es evidente, pero ésta tampoco es nuestra
Italia (o nuestra Francia, nuestra España, nuestra Grecia), ninguno habla de
deshacer Italia, pero todos esperan cambiarla. Como si fuese más fácil que
cambiar Europa.
Pero, ¿por qué los polos han de ser dos? ¿Por qué aceptar el esquema
incapacitante del dualismo?
Existe otra posibilidad: revolucionar Europa, presionándola en todos los
terrenos, institucional, cultural, social, para salir de este impass.
Las mayores taras de la UE son su corte exclusivamente mercantil y
uniformizador, su ideología subversiva, antiviril y por lo tanto,
paradójicamente, antieuropea, su exceso de democracia que permite a los
comisarios de las oligarquías usurpar el papel de la política y su estar a
merced de la ofensiva de clase y de casta. En otras palabras la UE es

demasiado débil donde debería ser fuerte, mientras que es estúpidamente
fuerte ahí donde encuentra debilidad.
Los cambios que es necesario aportar al corpus europeo, también a las
instituciones y a sus funciones, son por lo tanto profundos, no se pueden
limitar al funcionamiento de los órganos, sino que deben contribuir a hacer
emerger el espíritu identitario y tradicional solar de los antepasados, deben
conducir a la sinergia de la complementariedad, exaltar las diferencias que
entran en armonía, se debe asumir Auctoritas e Imperium y, por último,
representar todas las clases en lugar de prestarse a la ofensiva
desencadenada desde la alturas que dirigida a eliminar a los productores y
esclavizar a los asalariados. Finalmente, debemos dotarnos de una plena
conciencia, de autonomía militar, de potencia satelital, para entrar en el
juego entre los sujetos del multipolarismo asimétrico de nuestra era global.
«Si vis pacem para bellum».

* * *

Partamos de algunas restructuraciones institucionales que, obviamente,
sólo pueden asumir forma de propuesta programática hasta que no sean
impuestas por fuerzas organizadas con aquella combinación precisa de
vanguardia y de lobbying que representa la versión actual del escuadrismo
y de la organización leninista.

* * *

Dado que caminamos boca abajo, partamos de lo no debería ser lo
primero, pero hoy lo es: la Banca y el sistema monetario.
Quien escribe es desde siempre favorable al mantenimiento del euro pero
con parámetros revolucionarios. No obstante, tratándose aquí de una
proposición dinámica, evitaremos fosilizarnos, dejando espacio abierto a
soluciones diferentes, pero que respondan al mismo espíritu.
Partamos del BCE y del SEBC, que hemos visto que representan, el
primero, el remolque real de la UE y el segundo, del que el BCE forma
parte, el órgano de emisión de moneda del que participan las Bancas
nacionales, aunque en la actualidad nacionales sólo de nombre.
Es inaceptable que el BCE sea un órgano independiente de la política y
que no tenga la obligación de suscribir la deuda pública de las naciones
europeas que no sea absorbido por los mercados.
Para su reforma hacemos nuestras algunas propuestas de Alberto
Micalizzi.
Se puede proponer, por ejemplo, que la elección de la mayoría de los
miembros del directorio de la central sea realizada por los parlamentos
nacionales, lo que haría terminar con la farsa de la independencia de la

Banca central, que no es más que la dependencia de los clubes financieros.
Recordemos que la Banca central de la segunda mayor economía mundial,
la china, es totalmente de nombramiento «político».
Y es oportuno empujar para que el objetivo de fondo de la Banca central
se traslade desde la «estabilidad financiera» y el «control de la inflación» al
«crecimiento del PIB», y que incluya «equidad social». En realidad la
ecuación debería ser tridimensional: crecimiento económico, estabilidad
financiera y equidad social. El peso de los coeficientes deberían estar en
razón de 50:30:20 (nótese que hoy esta ecuación es anormal y monstruosa:
0:100:0).
Se propone, por último, que la Banca central garantice todas las
emisiones de moneda.
Iremos más allá, proponiendo la nacionalización efectiva de todos los
Bancos nacionales y en consecuencia del propio BCE, que representa de
hecho su Consejo de Administración, siendo los Bancos nacionales sus
accionistas, esta última terminaría perteneciendo automáticamente al
pueblo de la Europa Nación, que dado el caso estaría, no obstante,
representado no sólo por cada una de las Bancas nacionales sino por la
expresión de las categorías sociales.
Una lógica corporativa y confederada debería adueñarse de la Banca
central, la cual, como ya hemos dicho, debería tener como uno de los
objetivos principales el recompra de los título de deuda pública en manos
extranjeras con el objetivo de hacer a Europa, en todas sus componentes,
independiente de la usura y de la dictadura cosmopolita de casta.

* * *

La independencia se fundamenta sobre la soberanía monetaria pero
también sobre la militar, la energética, la ambiental y la sanitaria y no es
posible que dicha independencia se logre sin que el poder sea la expresión
orgánica de los componentes del conjunto del corpus.
Con la misma lógica y estructura con la que se debe revolucionar el BCE,
se debería también instituir entonces un ejército europeo de leva
obligatoria, con un mando integrado y alta potencia nuclear. Su punta de
laza debería ser el sector aeroespacial.
Paralelamente se desarrollarían tres pilares esenciales. El primero por la
independencia de la cultura y de la comunicación, con la creación de un
espacio informático europeo que sustituya no solo la CNN, sino también
google, twitter, facebook, etc., con el fin de crear un cierto nivel de
impermeabilidad ante el Big Brother.
Después el rating: Europa debe dotarse de instrumentos y criterios de
rating totalmente independientes que se ocupen de nuestras economías y
que también valoren las extranjeras en lugar de quedar a merced del actual

instrumento de imperialismo con el que los EE.UU han logrado descargar
sobre nosotros los costes de su quiebra.
Finalmente, es absolutamente necesario un sector sanitario y ambiental,
con una fuerte articulación localizada, si queremos salir de los círculos
ciegos a los que nos relega la OMS, que responde a los intereses, a menudo
mafiosos, de las multinacionales farmacéuticas que nos dan vacunas
inútiles, nos inducen a terapias costosísimas e ineficaces cuando no
deletéreas, habiendo frenado en la práctica la evolución de la medicina
desde hace más de medio siglo empeñándose en meter las narices a
cualquier investigación cuyos resultados nos permitan no morir agonizando
tras haber gastado ingentes sumas que van a parar a los bolsillos de los Al
Capone con sonrisa de médico.

* * *

Hacer de Europa un corpus compacto significa también garantizar y
desarrollar sus singularidades nacionales, étnicas y culturales.
Se trata, por tanto, de proponer un nuevo modelo socioeconómico de
representación política, pero significa también exaltar e integrar las
especificidades, llegando a formar, siguiendo una lógica de matrioska, las
áreas que pueden asumir una relativa independencia interna, áreas que se
versarán después hacia el eje imperial como sujetos primarios en una lógica
confederada.
Proponemos, en consecuencia, la articulación de la Unión en diversas
zonas que presenten homogeneidad cultural, comercial y social.
Las zonas con homogeneidad cultural y social o según una dinámica
comercial y diplomática, deberían desarrollarse en tres direcciones:
1 París-Berlín-Riga/Moscú (ofreciendo bajo esta forma a Rusia una
asociación al modo suizo).
2 Roma-Viena-Budapest-Kiev.
3 Madrid-Roma-Atenas.
Se trata de la directriz norte-este, del área de la Europa central y del área
mediterránea. Cada una de ellas, siguiendo el ejemplo de la constitución
húngara, tendría la posibilidad de organizarse según las propias tradiciones
y los propios modelos sociales respetando a su vez los parámetros
impuestos, fijados, como hemos visto, no tanto por la paridad del balance
como por el crecimiento y la equidad social a lo que añadiremos en el
específico también el desarrollo de las políticas ambientales y el de las
autonomías locales y regionales. Esto comporta que existan políticas
financieras y fiscales diferenciadas y coordinadas.
Cada área debería definir sus políticas fiscales coordinadamente con la
UE y podría dotarse de monedas locales de uso interno para facilitar las
economías particulares.

Siguiendo este camino, como veremos a continuación, iremos más allá
proponiendo, otra vez con Alberto Micalizzi, la moneda de complemento.
Todo esto nos permitiría garantizar las autonomías y las particularidades
sin hacer retroceder Europa ni su peso político y económico en el confronto
no sólo con EE.UU. sino también con los BRICS y con cualquier economía
emergente, así como la de Japón o Corea.


* * *

Una posterior reforma estructural que sería necesaria debería ser la de

tener en cuenta la organicidad social y el desarrollo local (lógica etno-
regionalista o völkische que no entre en conflicto con la soberanía nacional,

la confederal ni con la imperial).
En este terreno, el mejor modelo es el que nos ofrecen los Länder
alemanes que no sólo logran desarrollar una plena autonomía sin poner en
discusión el gobierno federal sino que tiene una cultura participativa tan
amplia que organizan las empresas punteras locales en base a un
accionariado popular. Y es esto lo que impide el cierre de las empresas en
la patria para reabrirlas en otro lugar: es decir, el hecho que entre
accionariado popular y participación en los beneficios de los trabajadores,
para deslocalizar definitivamente las empresas, los trabajadores
copropietarios deberían despedirse a sí mismos. También desde el punto de
vista ambiental, los Länder son ejemplares.
A este modelo, que obviamente no puede ser copiado literalmente sino
adaptado, se deben añadir elementos necesarios. A la lógica participativa y
armónica del Land se añade una nueva estructura social y política que
pueda producir una sociedad no atomizada y por lo tanto ya no en manos
de la usura y de los lobbies.
Y es desde lo local desde donde se debe partir con una lógica corporativa,

iniciando a transformar los parlamentos regionales en Cámaras etno-
regionales de las corporaciones.

Por último, en la esfera local será oportuno crear sistema, sobre todo para
sostener a las pequeñas y medianas empresas –en particular dotándolas de
financieras de la que sean socias y accionistas– y creando sistemas de
intercambio interno que no estén en conflicto con el unitario y que animen
y potencien el desarrollo de las inventivas.
Una vez más, en este campo, nos apropiamos de una propuesta práctica
de Micalizzi.
«El sistema de moneda complementaria (MC) que habíamos planteado se
basa en un certificado denominado RAS (Recibo Autoliquidante de
Suscripción). De hecho, es el recibo emitido por un consorcio de empresas
que certifica el aporte de un bien empresarial por parte de un asociado.
Después el RAS se acredita en una cuenta corriente y se convierte en

moneda circulante en el seno del circuito de los adheridos (otras fábricas,
personal, negocios al detalle, etc.).
La MC deriva de aquí y por lo tanto está totalmente garantizada por el
contravalor estipulado de los bienes empresariales como existencias de
almacén, créditos hacia los clientes, créditos hacia el Erario, vehículos,
inmuebles, que van conferidos al consorcio, per quedando en uso de la
empresa.
Desde el punto de vista financiero, la MC circula al interno del Estado
como una moneda extranjera que acompaña al Euro. Los bancos en los que
operan cuentas corrientes de MC ofrecerían también una cotización del
cambio, que establecería cuántos Euros si pueden cambiar contra la MC. El
cambio de referencia puede oscilar libremente sin influir en el
funcionamiento de la economía, sobre todo porque mientras el Euro se
convertirá cada vez más en una moneda de ahorro la MS será la moneda de
intercambio, por lo tanto la demanda y la oferta de las dos monedas
seguirían principios diferentes».

* * *

 

Se vería de este modo la forma de crear niveles diferentes de
representación y de poder. Las autonomías locales, centradas en la
economía solidaria, estructura corporativa y finanza complementaria, serían
la expresión de los representantes de categoría en la Cámara de las
corporaciones, de las artes y de los oficios que sustituiría al Parlamento
nacional, aséptico y sin potencia, gravoso presente-ausente hoy en esta
post-democracia.
Los estados nacionales, respetuosos de los mismos principios enunciados
por Hungría, intervendrían para reglamentar las autonomías con el fin de la
no atomización y enviaría a su vez representantes a la Asamblea
Confederada correspondiente entre las tres existentes (Norte-este; Europa
central, Mediterráneo). Para detallar el número de representantes de cada
país deberían intervenir parámetros ligados no sólo a la demografía sino
también a la equidad social, a la defensa del patrimonio cultural, artístico
ambiental y finalmente a la productividad.


* * *

Finalmente para garantizar la Unión y la Centralidad no habría otro
Parlamento inútil y una infinidad de comisiones por cuyos pliegues se
mueven como ratones los miembros de los lobbies y poderes extranjeros,
sino un Senado de excelencias.
En cuanto al Ejecutivo central, de expresión confederada, éste debería
asumir los poderes más amplios posibles y establecer una Res Publica

Consolare. Es decir, un poder de larga duración, no seis meses sino al
menos tres años, en el cual dos Cónsules trabajarían mano a mano, pero,
como sucedía en Roma, se alternarían en el mando, uno se encargaría de la
cuestión interna y el otro de la política exterior y de la militar.
Obviamente, si no fuese posible alcanzar este optimun nos
contentaríamos con una República Presidencial.
Al lado de los Cónsules (o subordinados al Presidente) algunos gabinetes
de emergencia deberían coordinar las políticas nacionales concernientes a
las emergencias sanitarias, climáticas, demográficas y, obviamente
migratorias.
Consciente que la solución en todos estos ámbitos se logra no solo dando
voz –al contrario de lo que hoy sucede– al buen sentido popular y la
precedencia a quien está directamente involucrado en las cuestiones de
emergencia sino también, y sobre todo, a través de la cooperación con los
países de emigración con el objetivo de desarrollarlos in situ, rompiendo el
monopolio de las grandes bancas y de las compañías multinacionales y
ayudándolos a salir de la sectorialización de la economía mundial que éstas
les han impuesto.
Un fuerte incentivo a la natalidad debería ser objetivo primordial a
perseguir al mismo tiempo que se rectifica la política migratoria.
Igualmente, el desmantelamiento del sistema del narcotráfico debería ser
una obligación imprescindible del Ejecutivo central; pero, en el fondo, se
trata de un todo uno a la hora de la lucha contra la anarquía gansteril de las
grandes bancas y delas multinacionales que están en el origen del tráfico de
personas, de armas, de estupefacientes y de órganos, que con frecuencia los
coordinan directamente.

* * *

Obviamente, todo esto constituye una perspectiva ideal, una línea de
tendencia en base a la cual conducir una batalla bien articulada para poder
lograr al menos algunos de los objetivos enunciados.
La realización, aunque sólo sea de una parte de este programa e incluso
en un solo país, tendría ya una carga revolucionaria.
Así pues, todo esto, o bien sólo parte, más, tal vez, lo que vendrá
propuesto más a delante por otros, permitiría que cambiara radicalmente la
ruta y se aumentase la potencia, pero sólo a condición de haber trabajado
sobre el alma y sobre el espíritu, revertiendo la inversión del Árbol de la
Vida y haciendo de Europa no la última ramificación de un Occidente
enfermo y castrado sino la espina dorsal de Hércules y de Apolo.
Lo que se obtiene ya sea con la consciencia apolínea de la luz que no se
deja nublar, ya sea con la fuerza hercúlea que asume la carga de cualquier
empresa y que no la abandona hasta que no la ha llevado a término.

Las Termópilas como historia, mito y consciencia primordial, decíamos.
Quizás no sea una casualidad que éstas se encuentren junto al Euripo, en la
costa occidental de la Lócrida, paralelas a vuelo de pájaro al santuario de
Delfos en Fócida, donde Apolo, triunfante, domina radiante el Ómfalos
celeste a los pies del Oráculo y donde su montaña domina la otra extensión
marina, la del Golfo de Corinto. Entre las dos expresiones de la solaridad
viril, Delfos y las Termópilas, se yergue, majestuoso, el Parnaso.

Nadie lo hará por ti


Casi todos se contentan con tener un programa, con proponerlo, con
meterlo en juego en la ficción electoral y piensan que las soluciones se
encuentran ahí: convencida la mayoría, se aplicará el programa. Nada más
falso; creerlo significa no haber entendido nada de la democracia delegada,
de la oligarquía y de la sociología del poder.
Elaborado un programa, se lo puede hacer entrar a jugar sólo si existe una
minoría organizada y si, al mismo tiempo, se cuenta en torno a sí con una
organización social (de clase o del pueblo) que se convierta en poder
autónomo o, si se quiere, en contrapoder. Y consciente, por tanto, de entrar
en liza en la realidad y no en lo virtual.
Es necesario crear poder para poder incidir en el poder ya existente. La
acción necesaria y rentable se convierte en liberación, organización y
sacralización de los espacios entorno a uno mismo.
Seguro que se me escapará algo, y me disculpo con quien haya olvidado,
pero en Italia y en Grecia tenemos ejemplos concretos.
En la Península Itálica lo ha proporcionado Casapound, ante todo con las
OSA (Ocupaciones con objetivo habitacional), luego con lo realizado en
Abruzzo durante el terremoto en L’Aquila y después con el voluntariado
organizado con que se suma a la penetración gramsciana de las secciones
deportivas surgidas en torno al Bloque Studentesco. En un ámbito
completamente diferente, la Comunità Popoli ha procedido su empeño
directo y eficaz contra la espiral mundialista de. En Lombardía, Lealtà
Azione se mueve en la misma línea del enraizamiento territorial.
Estamos, evidentemente, todavía ante esbozos de organizaciones del
pueblo.
Mucho más ha hecho Alba Dorada en Grecia con los coches-azules como
ambulancias populares, que dedica la mitad de sueldos y emolumentos de
los electos para financiar supermercados para los pobres, que han liberado
algunos barrios populares de traficantes de drogas. El resultado electoral,
ya de por sí notable, tiene un peso específico mucho más elevado que el de
todos los partidos nacionales clásicos que se basan en la emoción de las
masas pero que no han construido nada de concreto ni de duradero sobre el
que hacer, ningún poder efectivo que oponer a los partidos dominantes. Por
lo tanto gritan, tuercen el gesto, lazan eslóganes atronadores pero, carreras
individuales aparte, marcan el paso siguiendo la más absoluta inercia,
neutralizados desde el principio.

* * *

Como nos han ensañado tanto las revoluciones bolcheviques como las
nacionales, no hay posibilidad de alternativa a un poder establecido, sobre
todo si es de clase y/o de casta, si no se parte de una organización de clase
(comunista) o de una organización del pueblo, en consecuencia
interclasista, (los nacionalrevolucionarios).
No hay programa que tenga un resultado electoral que valga si no se ha
hecho primero una organización del pueblo. La cual, proletaria en un cierto
sentido en cuanto que se enfrenta con la clase/casta dominante y con su
actual ofensiva, siendo interclasista se abre sin embargo a todas las
categorías productivas y se dota así del potencial necesario para la creación
de un poder autónomo, sinérgico y autogestionado (más arriba hemos
hablado del ejemplo de las financieras autónomas) y por lo tanto también a
la construcción de baluartes desde los que poder, por fin y de modo
efectivo, competir con los lobbies dominantes.
De otra forma permaneceríamos en el gossip, en la farsa, en la ficción y
en la neurosis ideológica. O incluso caemos en el fraude y el parasitismo.
La estrategia leninista se desarrolla sobre el eje de la organización de clase.
Dicha estrategia no sería nada sin la segunda que, sin embargo, nada podría
si no existiese la primera.
Para quien es hijo de otra mentalidad, son mayores los espacios a dejar a
la inventiva y a la improvisación, pero éstas deben intervenir sobre aquellas
(la organización y la estrategia) y no intentar enmascarar su ausencia o
hacerles frente porque este artificio canallesco sólo funciona para la ficción
abstracta: también se puede llegar lejos, pero sin llegar a conseguir
absolutamente nada.
Y ésta es la lección que se saca de las derechas nacionales: han ido
creciendo y agrandándose pero sin salir de la telaraña y, de hecho, logrando
parecerse cada vez más a la araña.
Para avanzar en una dirección totalmente contraria, es básico asumir una
mentalidad militante y emprender una labor totalizadora que se haga
portadora de la autonomía contra la heteronomía: es decir, que dé voz al
pueblo y le dé la posibilidad de organizarse, a fin de no depender de quien
decide por él contra él. Algunos definen esto como democracia directa que
se contrapone a la democracia delegada.


* * *

Sólo partiendo de esta premisa y del esfuerzo hecho para estar a la altura
del objetivo se puede imaginar también una coordinación europea entre
aquellos que persiguen ese mismo fin.
Trabajando en cuestiones sociales y todo lo que está relacionado con
ellas, empezando por la amenaza de la guerra entre pobres inherente en la
trata de esclavos que se define como emigración: pero haciendo también

hincapié sobre temas de sensibilidad común, como la salvaguardia del
patrimonio histórico, artístico, nacional, faunístico y ambiental, del
lingüístico y cultural y, en definitiva, de las tradiciones.
Al margen de esta empresa militante, en la línea del frente social se
deberían organizar las autonomías socioeconómicas, partiendo de
financieras coparticipadas, pero sería oportuno también lanzar campañas
de suscripción para la readquisición por parte de los europeos, con
prioridad hacia los ciudadanos del propio país interesado en cada caso, de
los asset estratégicos y del patrimonio histórico-cultural hoy en venta,
desde el ENEL hasta el Puerto del Pireo. Un propio y verdadero
accionariado europeo de reconquista.
Además, se podrían desarrollar pequeñas puntas de lanza dedicadas a la
presión sobre el ambiente y la salud: siendo estas campañas
particularmente potables, en tanto que aparecen como políticamente
correctas, sería necesario no sólo controlar que fueran suficientemente
claras para no caer en el «pensamiento débil» corriente, sino que sería
oportuno hacerlas junto a otras campañas, dedicadas al enfrentamiento
existencial contra la laminación del patrimonio ancestral.
Alternar campañas seductoras (medio ambiente, salud) con campañas
provocativas, sería una buena manera de presentarse a la opinión pública
más allá de la actuación social y de la creación de poder, que, en todo caso,
deber continuar siendo el objetivo primario a perseguir, obstinadamente, sin
demasiados focos, casi en silencio.
De todo este conjunto puede partir una contraofensiva que se puede
definir, de manera impropia pero comprensible, ideológica

* * *

Se podrá entonces pasar de la protesta estéril a la propuesta impactante y
movilizadora.
Pero es necesario que todo esto vaya acompañado tanto de la formación
militante como de la propaganda política y popular, que se convierta en
aliento, en automatismo y no en una simple etiqueta.
Acompañado con la sagacidad necesaria para romper los esquemas a los
que estamos habituados, conscientes que todo el debate político e
ideológico, incluso en sus manifestaciones que nos parecen más radicales,
hoy está falseado, envenenado, aprisionado por los esquemas de la
Subversión anti-viril, anti-identitaria y anti-europea.
Cuando a la demencia arrasadora se contrapone un aparente buen sentido,
con frecuencia no se trata de buen sentido sino sólo de una forma de
cautela, de la defensa de un precedente escalón de la decadencia.

Si los presupuestos ideológicos, culturales, mentales y sobre todo
espirituales no se ponen en cuestión de raíz, ninguna batalla tendrá un
sentido completo.
No es por simple casualidad si en la actualidad el choque de
civilizaciones ha caído en lo grotesco y si su línea de demarcación es ahora
la de las nalgas: el matrimonio gay.
En este emblemático signo de los tiempos, por una parte, la subversiva,
se juega a las mistificaciones y haciendo palanca sobre la magnanimidad
indoeuropea y sobre el rechazo a las regulaciones excesivas, se nos empuja
canallescamente más allá de cualquier criterio.
Porque otra cosa es el reconocimiento de los derechos civiles (y
aprovecho para decir que yo, en tanto que puro indoeuropeo, soy favorable
desde los años setenta, cunado, por cierto, no estaba de moda) y otra cosa
es definirlos como matrimonios, otra es hablar de adopciones y otra es
pretender que los hombres tengan el derecho de ser mamás y tal vez de
parir y, siguiendo, así hasta al comercio de óvulos y úteros.
Pero también la otra parte se confunde, porque su es verdad que esta
campaña se inscribe en la ofensiva subversiva y contrainiciática en marcha
hace tiempo, no debemos meter la pata.
La familia es objeto de agresión. ¿Qué familia? ¿La de las parejas
desligadas del clan que permanecen casadas algunos años si todo va bien:
que entienden el matrimonio como un contrato basado en los propios
derechos y en la limitación de los derechos de la otra parte? La familia o es
patriarcal, clánica, o es un sucedáneo. No es cierto en absoluto que sea la
familia tradicional la que está siendo atacada hoy, lo está siendo su
deformado sucedáneo. Que debe ser también defendido, no digo que no,
pero con de modo muy diferente.
Revolucionemos, en sentido tradicional obviamente, la propia familia y,
por completo, su relación con el tejido social. De lo contrario, no me
quedaría a este respecto más remedio que citar a Drieu La Rochelle: «Ni la
propiedad, ni la familia, ni la persona pueden ser restauradas siguiendo la
utopía del pasado».
Lo mismo vale para la adopción de niños. Se hostiga la de los
homosexuales, pero ¿qué imagen ofrece la familia heterosexual en la que
los cónyuges se golpean alegremente, con frecuencia renuncian a los hijos
y las madres educan niñas-objeto? Y que no se me diga que se trata de
excepciones porque no me parecen muchos mejor las madres
cloroformizantes y castrantes. No hace falta mucho esfuerzo para darse
cuenta del desmantelamiento psicológico e incluso sexual de las últimas
generaciones, especialmente los hombres, si es que aún se pueden definir
así.
Si por mí fuese, a todos los niños se les cogerían a los tres años y se les
educarían a la manera espartana hasta la mayoría de edad.

No se combate el vértigo intentando aferrarse a algo menos de vértigo.

* * *

Esto sirve para reiterar que la reacción no tiene sentido si no está
iluminada por una conciencia superior y si no está dirigida por
revolucionarios rectificadores.
A la variante nacionalrevolucionaria, vencedora, del leninismo se le
añade una acción gramsciana que no es, ni puede ser, la búsqueda del
consenso de salón, sino que, por el contrario, puede y debe ser una acción
bárbara, sometida a un estilo y disciplina pero siempre profundamente
salvaje, que impulse el buen sentido en la dirección justa y cruda para hacer
virus y epidemia de él.
«Recuerda siempre que el primer enemigo eres tú y lo eres cuando te
pareces a los demás y peor aun cuando buscas parecerte a ellos».
Queremos una acción y un pensamiento que sean enemigos de las ideas
comunes, libres de todo complejo de culpa, de inferioridad, de aceptación,
asqueados de todo conformismo y de la idea de agradar a las vestales del
moralismo, del buenismo, de los códigos lingüísticos y de
comportamentales, una acción y un pensamiento que hagan de escudo
frente la vigente corrosión contra Hércules y contra Apolo, contra Esparta y
contra Roma, contra Alemania y contra la Caballería, contra el Pater y
contra el Vir.

* * *

Europa es una necesidad absoluta, pero no será nunca si antes no existe
una identidad consciente y combatiente a la altura de su Mito.
La respuesta justa está completa en aquellas tres palabras que, unidas
entre sí, representan el programa de lucha desarrollado en la postguerra por
nuestras vanguardias y les proporcionaron su razón de vivir, su legado a
nosotros y, por tanto, nuestro compromiso con el destino:
Fascismo, Europa, Revolución.
O por decirlo de otra forma: «Hic manebimus optime».
Y si todos vosotros, euroescépticos y eurofans, progresistas y
reaccionarios, enemigos y quintacolumnistas, pretendéis a toda costa
despojarnos de nuestra historia, de nuestras tradiciones, de nuestras
libertades y de nuestras almas, ofreciéndonos a cambio salvaguardar
nuestras vidas terrenas, la respuesta ya la tenéis, procede de Esparta,
resuena las Termópilas y su eco se transforma en coro: «Venid a cogerlas».